domingo, 5 de febrero de 2012

COMPETENCIA ESTILÍSTICA Y TEXTUAL


6. LA COMPETENCIA ESTILÍSTICA

Es el complemento indispensable de la competencia pragmática, puesto que la competencia estilística se
manifiesta en esa capacidad para saber cómo decir algo, cuál es la manera más eficaz de conseguir la
finalidad propuesta.  ¿Cómo hemos de decirlo para obtener lo que queremos?  sería la pregunta clave
para esta competencia.
Las actitudes estilísticas del hablante hacia su interlocutor —como la cortesía, la amabilidad, la
paciencia, el enfado, la displicencia— son determinantes en la estructuración de los enunciados.
Observemos, por ejemplo, las diferencias que existen en los dos enunciados siguientes, utilizados ambos
para conseguir que alguien cierre la puerta:
1. ¡Cierre la puerta, carajo!
2. Por favor, ¿sería tan amable de cerrar la puerta?
Además del principio de cooperación,

 están en estrecha relación con la competencia estilística las siguientes cuatro máximas:
1.  Sé claro: evita la oscuridad en la expresión.
2.  Evita la ambigüedad.
3.  Sé breve.
4.  Sé ordenado.
Es evidente que el cómo se dice algo puede provocar aceptación o rechazo en el interlocutor  y
enriquecer o empobrecer la significación.
                                             
5En 1975, H. P.  Grice lo planteó como principio regulador de todo acto comunicativo: “Haz que tu contribución a la conversación sea la adecuada, en el momento en que se produce, para la finalidad aceptada del intercambio conversacional en el que estás participando”.



7. LA COMPETENCIA TEXTUAL

“Es la capacidad para articular e interpretar signos organizados en un todo coherente llamado texto. La
competencia textual implica las competencias consideradas anteriormente y, además, las competencias
cognitiva y semántica” (Girón y Vallejo, 1992: 20).
La noción de texto ha sido objeto de arduas disquisiciones para su definición.  En nuestro caso, podemos aceptar que un texto, “debe ser resultado de la actividad lingüística del hombre, ha de tener
incuestionablemente una específica intención comunicativa y, por último, ha de explicitarse con
suficiencia el contexto en el cual se produce” (Bernal  Leongómez, 1986: 17).  Sin embargo, vamos a
definirlo de un modo más simple como cualquier comunicación elaborada con base en un determinado
sistema de signos y dotada de un propósito comunicativo específico.



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