domingo, 29 de enero de 2012

INDUCCIÓN A LA ASIGNATURA


LA COMPETENCIA COMUNICATIVA

 “La competencia comunicativa es el término más general
 para la capacidad comunicativa de una persona, capacidad
 que abarca tanto el conocimiento de la lengua como la
habilidad para utilizarla.  La adquisición de tal competencia
 está mediada por la experiencia social, las necesidades y
 motivaciones, y la acción, que es a la vez una fuente renovada
de motivaciones, necesidades y experiencias”.
                                                                                   Dell Hymes
“La competencia comunicativa es una capacidad que
 comprende no sólo la habilidad lingüística, gramatical,
 de producir frases bien construidas y de saber interpretar
 y emitir juicios sobre frases producidas por el hablante-
 oyente o por otros, sino que, necesariamente, constará,
 por un lado, de una serie de habilidades extralingüísticas
interrelacionadas, sociales y semióticas, y por el otro, de
una habilidad lingüística polifacética y multiforme”.
                                                                      Gaetano Berruto
“La competencia comunicativa comprende las aptitudes y los conocimientos que un individuo debe tener para poder utilizar sistemas lingüísticos y translingüísticos que están a su disposición para comunicarse como miembro de una comunidad sociocultural dada”. (María Stella Girón y Marco Antonio Vallejo, 1992)
Desde nuestra infancia, los seres humanos vamos adquiriendo y desarrollando una capacidad relacionada con el hecho de saber cuándo podemos hablar o cuándo debemos callar, y también sobre qué hacerlo, con quién, dónde, para qué y en qué forma. Es decir, desde niños adquirimos un conocimiento no sólo de la gramática de nuestra lengua materna sino que también aprendemos sus diferentes registros y su pertinencia; somos capaces de tomar parte en eventos comunicativos y de evaluar la participación nuestra y la de los otros.
Aún más, podemos afirmar que esa competencia  es integral, puesto que también involucra actitudes, valores y motivaciones relacionadas con la lengua, con sus características y sus usos, y con los demás sistemas de comunicación en general.  Naturalmente, la adquisición de tal capacidad debe estar ligada a una experiencia social, a unas necesidades, a unas motivaciones y a una acción.
El modelo de lengua que subyace en este concepto de competencia, implica, desde luego, que la única función de las lenguas no es nombrar, sino que ellas también están organizadas para lamentarse, alegrarse, rogar, prevenir, defender, atacar; están relacionadas con las distintas formas de persuasión, dirección, expresión y juegos simbólicos.  El verdadero sentido de las lenguas humanas sólo puede llegar a ser comprendido en el ámbito natural de su uso para permitir la conversación, la interacción comunicativa, el trato verbal cotidiano, la vida en sociedad.  Así entendidas, las lenguas dejan de ser meros sistemas  semióticos abstractos, inmanentes, ajenos a las intenciones y a las necesidades de los hablantes, y se convierten en teatros, en espacios de representación, en repertorios de códigos culturales cuya significación se construye y se renueva de manera permanente por medio de estrategias de participación, de cooperación y de convicción.   Como bien lo afirmábamos en la Introducción, las lenguas no son sólo instrumentos para comunicar a otros lo que pensamos, sino también una forma de actividad, regulada y pública.  
En la década de los años setenta, los primeros etnógrafos de la comunicación  (Gumperz y  Hymes) postularon la existencia de una competencia para la comunicación o competencia comunicativa, que comprende lo que un hablante-oyente real, dotado de ciertos roles sociales y miembro de una determinada comunidad lingüística, debe saber para establecer una efectiva comunicación en situaciones culturalmente significantes, y para emitir mensajes verbales congruentes con la situación.  Para estos teóricos, la competencia comunicativa es un conjunto de normas que se va adquiriendo a lo largo del proceso de socialización y, por lo tanto, está socioculturalmente condicionada.
Así pues, esa Competencia Comunicativa exige no sólo la habilidad para manejar una lengua sino además saber situarse en el contexto comunicativo de cada comunidad específica, en sus diversas formaciones sociales, culturales e ideológicas.
La competencia comunicativa se manifiesta tanto en los sistemas primarios de comunicación como en los sistemas secundarios.  Los sistemas primarios son los de la comunicación cotidiana.  Sirven para el intercambio comunicativo necesario en el desempeño de todos los roles que implica la vida en sociedad: una llamada telefónica, una carta, un memorando, un cartel, un noticiero radial, etc. Los sistemas secundarios son de mayor elaboración y complejidad.  Requieren más capacidad cognitiva del  hablante-oyente real en su labor de codificar y descodificar textos, puesto que estas comunicaciones se producen en esferas de más elaboración cultural.  “La comunicación en estos sistemas es básicamente escrita, pero también comprende formas orales como conferencias, foros, seminarios, etc.  Se trata de la comunicación literaria, científica, técnica, sociopolítica, jurídica, y de comunicaciones no verbales, como las artes visuales; o mixtas, como el teatro” (Girón y Vallejo, 1992:14).
Está claro, entonces, que la competencia comunicativa no se limita a la competencia gramatical o al conocimiento del sistema semiótico de una lengua. Por lo tanto, la competencia comunicativa se configura por la adquisición y desarrollo de una serie de competencias.




 

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